La Pera del Olmo
Ricardo Urquidi
Cuatro años después de su primera visita a Los Ángeles, en el 82 El Pelia y Lupito Santiesteban regresaron al Chávez Ravine, ahora para ver al fenómeno: Fernando Valenzuela, a su regreso le pregunte a mi Señor Padre su opinión: “Valenzuela es el pitcher más natural que yo he visto, su mecánica, su wind up, todo es igual, así lance la curva, la recta, el cambio o el screwball, los bateadores por más que lo estudien no saben qué les va a lanzar”.
Al saber su deceso las lágrimas inundaron mis pensamientos, gracias a El Toro mi vocación por la crónica deportiva se acrecentó, cada vez que escuchaba su nombre o los de Juan Rulfo, José Pablo Moncayo, Cantinflas, Diego Rivera, Benito Juárez me enorgullecía mas de ser mexicano, Valenzuela rompió el divorcio que existía entre los Dodgers y los hispanos de Los Ángeles, su impacto deportivo va paralelo a su influencia en la sociedad mexicana e hispana en Estados Unidos, al anunciarse su salida al montículo, el país se paralizaba, sus juegos se trasmitían a nivel nacional, donde no había cobertura, a comprar antenas parabólicas para bajar la señal de los satélites.
Valenzuela no tan solo lleno el Ddogers Stadium cada vez que salía, también en gira llenaba los parques de norteamericanos, Sandy Koufax llevo a los judíos al parque, pero no en las cantidades de Fernando, en una época donde no existieron las redes sociales, hoy el fenómeno Othani no alcanza a dibujar lo que significó la Fernandomania, ojala y un día no muy lejano a través del Comité de Veteranos ingrese a Cooperstown, no por sus números, por el bien que le hizo al béisbol, al recordar el 81, muy pocos saben que la temporada se fracturo por una huelga, Fernando salvo la temporada con su carisma, sus hazañas, esa es la gran deuda que el béisbol de Grandes Ligas tiene con Fernando, no hubo pelotero que llevara más aficionados a los estadios en la década de los 80’s que el Toro de Etchohuaquila.
Solo me tocó verlo lanzar una vez…
En el 85 junto con mis hermanos Carlos y Alberto, fuimos a Los Ángeles a disfrutar de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional entre los Dodgers y los Cardenales, al llegar lo primero que me imagine fue a mi Señor Padre en el 78, en el 82, ahí en esos mismos asientos, después me fui al bull pen, ahí estaba Fernando calentando, entre cada pitcheada platica con sus compañeros, pero no era una plática técnica, pareciera que comentaban la comida, a la distancia observabas a un personaje que se estaba preparando para ir a pescar, no para enfrentarse a los poderosos Cardenales de San Luis de Whiyer Herzog, La Rata Blanca, Terry Templeton, Tom Herr, Ozzie Smith El Mago de Oz, el Venadito Willie McGee, Vince Coleman, Andy Van Slyke, Jack Clark, Joaquín Andújar, John Tudor, Danny Cox.
Ese día el duelo era de zurdos: Tudor contra Valenzuela, sin haber vivido el 81 en vivo, noto entre los aficionados una admiración por el zurdo mexicano, difícil de definir en una sola palabra, es mística, religiosa, es un ídolo, es su líder, es aquel inmigrante que vence al anglosajón con una facilidad pasmosa, es su sueño hecho realidad, es la reconciliación luego de que sobre una comunidad hispana que se dedicaba a pepenar la basura de la ciudad, se construyera el Dodgers Stadium, el último en salir, ser expulsado fue un señor de la tercera edad: Chávez Ravine, que peleo hasta el último momento lo que por años le perteneció, así nace el nombre paralelo que los hispanos le dan a la casa de los Estibadores o Esquivadores de Los Ángeles.
Conforme avanza el partido, me doy cuenta que el español es el idioma que predomina en los pasillos, en las filas, en los baños, en las butacas, hasta los gringos se les facilita pronunciar Valenzuela, no le dicen Fernando, lo llaman “Fernie” o “Toro”, si no fuera por la visa que traigo en el bolsillo podría pensar que estoy en un parque de pelota en México, me acuerdo de una frase de Gabriel García Márquez que tuvo prohibido entrar a Estados Unidos por más de 30 años: “Vamos a reconquistar las tierras que nos pertenecen a base de vientres”, ahora que vivo en Norteamérica con más de 30 millones de mexicanos, la frase adquiere actualidad.
Cada vez que Fernando tiene a sus rivales en dos strikes, empieza un coro eterno, puños cerrados esperando el siguiente ponche, para gritar, festejar, anunciar: “Nosotros tenemos un arma secreta: El Screwball”, cuando lo logra el Chávez Ravine explota, como festeja después que cae el tercer out y Fernando con ese paso inigualable, que simula ser un niño después de que hizo una travesura, se dirige al dougout.
Así lo veo a partir del martes, la noche cayo junto con él y a partir de hoy recordarlo como el más grande…
Al final del partido Fernando lanza seis entradas un tercio, Tom Neidenfuer se apunta el salvamento, le dan 7 hits, solo Pendleton y el Mago de Ozz le repiten de hits, solo le anotan una carrera, poncha a 6 y da 2 bases por bolas, Steve Sax, Candy Maldonado, Bill Madlock y Pedro Guerrero producen cada uno las cuatro carreras de los angelinos.
“Eres en el béisbol: oro, mezquita y basílica; suena esto a mariachi, a jarabe, copal y cera, eres un jugador que tiene el pincel en la mano y la luz en el alma, nunca olvidaremos esto”: Pedro “El Mago” Septien.
P.D. La foto es de mi sobrino Francisco Molina Urquidi en el mural que existe en el Dodger Stadium, cabe señalar que Paco le puso Fernando de nombre a su hijo menor en honor a Fernando Valenzuela.






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