
Maestra Susana Flores Aguirre
Susana Flores Aguirre ha sido docente por 40 años en que ha dedicado parte de su vida fomentando la cultura en Parral y en los estudiantes. / Foto: Javier Cruz / El Sol de Parral
Por Javier Cruz | El Sol de Parral
Con una mezcla de nostalgia y orgullo, la maestra Susana Flores Aguirre, coordinadora cultural del Tecnológico De Parral, resume su vida con una frase que repite con emoción: “He sido la mujer más feliz del planeta por haber sido parte de esta gran institución educativa”.
Docente durante más de 40 años, Susana Flores Aguirre no solo ha formado generaciones de estudiantes, también ha sembrado en Parral una huella profunda en la cultura y las artes.
De cerros a aulas llenas de vida
La maestra recuerda los primeros años de la institución, cuando el terreno no era más que cerros a las orillas de Parral, junto a un campo llanero de fútbol. “Nosotros hicimos crecer esta escuela, plantamos los árboles y plantas que ahora están. Los sábados acudíamos a regarlos, incluso llegamos a plantar rosales y hacer un corral de piedras. ¿Cómo no voy a querer tanto a esta escuela que tanto me ha dado?”, comparte con la voz entrecortada.
Para ella, esos esfuerzos reflejan un amor que trasciende generaciones. “Somos corazones agradecidos. En silencio fuimos construyendo pequeñas cosas que, sin darnos cuenta, se convirtieron en algo grande y significativo. Los años se pasan sin sentirlo”.
El nacimiento de la cultura en el Tec
Desde finales de la década de 1970, Susana Flores impulsó proyectos que marcaron un antes y un después en la vida cultural de Parral. Entre ellos, la organización del Festival de las Artes en 1980 y 1981, un evento sin precedentes en la región. En aquella ocasión participó el pintor japonés Akito Hanafuji, quien expuso en un local de la avenida Independencia, donde hoy funciona una tienda de ropa.
Flores conserva aún fotografías y recortes del periódico El Sol de Parral: “Son pedazos de historia”, afirma.
En 1985, dirigió la puesta en escena de “Rosalba y los llaveros”, en la que participaron maestros del Tecnológico como Enrique Moreno García, Beatriz Dávila, Sandra Urbina, Lucila Villarreal, Adrián Cruz, Antonio López, Genoveva Torres, Martha Olivia Villalobos, Socorrito Aguirre y Alma Martínez. “Todos se lucieron como actores”, recuerda.
Una vida entregada al teatro
Su amor por el teatro nació en la primaria Mariano Matamoros, en Villa Matamoros, donde ya organizaba pequeñas obras y bailables. “Yo era feliz al actuar, ya lo traía en la sangre”, dice con una sonrisa.
En 1976 ingresó a la primera academia de arte en Parral, ubicada en la calle Manuel Merino número 16. “Todavía recuerdo aquel portón verde donde estudié teatro, fue una etapa maravillosa que enriqueció la ciudad con el arte”, comenta.
Desde entonces ha dirigido un sinfín de puestas en escena: “Susana y los jóvenes”, “La Appassionata”, “Milagritos a la vista”, “Manos arriba”, entre muchas más. Una de las más memorables fue “Elisa Griensen”, representada en Chihuahua capital con la participación de 100 actores y caballos, montaje que se mantuvo durante cinco años consecutivos y también se presentó en Parral, en la Plaza Guillermo Baca.
“El teatro transforma vidas. Nos hace mejores personas, más sensibles y seguros. En el escenario dejamos las máscaras y encontramos libertad”, reflexiona la maestra.
Reconocimientos y proyección nacional
A lo largo de su carrera, Susana Flores ha llevado el nombre de Parral a escenarios de todo el país. Con sus estudiantes ha participado en muestras, torneos y convenciones nacionales en Guadalajara, Toluca, Puebla, Aguascalientes, Sonora, Sinaloa, Durango, Oaxaca, Tamaulipas, Guerrero y muchos estados más. Incluso realizó estudios en Dinamarca, lo que enriqueció su visión sobre el teatro.
“En Parral hay mentes brillantes. Muchos jóvenes que pasaron por el Tec han destacado en otras ciudades, y me llena de orgullo haber contribuido en su formación”, expresa.
Mirada al presente y futuro
Actualmente, Susana Flores continúa activa con talleres de lectura, pintura al óleo y grupos de teatro. Aunque reconoce que hoy los jóvenes enfrentan más distracciones —como el celular o la forma superficial en que se concibe el arte—, asegura que su misión sigue siendo la misma: inspirar y transformar.
“Lo que sigue es continuar creando, porque soy una creadora de arte. Tengo proyectos personales que quiero trabajar y mientras pueda no voy a dejar de hacerlo. El arte me mantiene de pie”, afirma con determinación.
Después de cuatro décadas de entrega ininterrumpida, su legado no solo se mide en obras teatrales o festivales, sino en la huella imborrable que ha dejado en la vida de miles de estudiantes.
“Estoy muy orgullosa, pero es un orgullo de pertenencia. He sido muy afortunada y muy feliz”, concluye, con el mismo brillo en los ojos con el que empezó, hace ya 40 años, a sembrar cultura en el Tecnológico de Parral.






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